NICOLÁS

Corría el año 1830 y en Requena vivía un terrateniente llamado Andrés al que todos llamaban el Marqués, pues su padre lo fue, y aunque el marquesado se lo llevo su hermano mayor Felipe, Andrés heredo una gran finca en la que vivían no menos de cinco familias dedicadas a la viña. Andrés tenía un hijo llamado Nicolás que frisaba los 17 años y andaba loco detrás de una moza hija del alcalde del pueblo, de tendencias políticas opuestas a las del marqués, por lo que el padre le había prohibido verla. No era Nicolás hombre de temple conformista, sino que le gustaba salirse con la suya por lo que enfundado con una capa, para que no le reconocieran salía en las noches cerradas por las desiertas y oscuras calles de la villa a visitar a su querida. Como quiera que alguna vieja le vio pasar se corrió la voz de que las noches en las que no había luna se aparecía un fantasma a robar el alma al desdichado que saliese de su casa.

Quiso el azar que por aquella época andaban a la gresca el marqués y su hijo por unos asuntos de tierras, pues el marques vendía toda su cosecha a un bodeguero que elaboraba grandes cantidades de vino, y Nicolás pensaba que debían de ser ellos quien elaborasen su propio caldo. Entre sus muchas virtudes Nicolás era un amante de la viña y había cursado estudios de enología, yendo desde hacía tres veranos a Burdeos donde había aprendido todos los secretos del vino en un famoso chateau. no pudiendo comprender que su padre desperdiciase todo ese conocimiento que el aplicaba sobre sus viñedos mejorando la calidad de su uva en una venta que junto a otras muchas conseguían un vino ramplon y corriente. El estaba convencido de que elaborando la uva que sus campos producían conseguiría un vino que seria la envidia de la contornada.

Por lo que aprovechando la coyuntura tomo una delicada decisión, excavo en tierra bajo su casa una bodega en la que elaborar oculto a los ojos del mundo su propio vino, y el espinoso tema de la uva lo solvento vendimiando las noches sin luna en las que nadie se atrevía a salir los mejores campos de su padre.

El terror se apoderó del populachoy del fantasma de las noches sin luna, se paso al fantasma ladrón, al fantasma Bisila. El alcalde mando un bando en el que se recompensaría al que diese con el ladrón fuese etéreo o no y el marqués que no soportaba ser la victima de todos los robos, y convencido de que era un ardid del alcalde para mofarse a sus expensas, organizo una batida con los hombres de su casa, que equipados con trabucos se aposentaros una noche sin luna en una esquina llamada del ángel. Muy feliz se las prometía Nicolás esa noche, pues Elvira, que así se llamaba la hija del alcalde, le había prometido el ansiado beso que tanto tiempo le andaba rogando, así que enfundado en su capa dejó la bodega bien cerrada orgulloso del caldo que había probado, y con ese dulzor aun en la boca giro la esquina que encara a la calle del ángel.

A Andrés se le partió el corazón cuando le trajeron la noticia, no salió del claustro de su cuarto salvo para las exequias y el funeral, allí pudo ver a todo el pueblo, con caras compungidas, vio a Elvira destrozada, pero su corazón ya no sentía calor, era un ser vivo por qué aun respiraba, nada le incentivaba ya, nada le ataba a la vida. Al cabo de veinte días le informaron del descubrimiento de una bodega excavada en lo profundo de una cueva, bajo el suelo de la casa de su hijo y por primera vez sintió que por sus venas circulaba sangre y movido por la curiosidad rompió su retiro y acudió a verla. Era un hueco más grande que una habitación escavado en tierra, sobre un suelo de baldosas de barro circundaban doce tinajas de barro de dos metros de altura, dentro de las cuales probo el mejor vino que nunca imagino. Desde entonces prometió seguir vendimiando sus campos las noches sin luna, y elaborar el mismo la uva así recogida, y durante cinco generaciones así se ha hecho, llamando al vino así obtenido como llamaron a su creador, el hijo del marqués,… Nicolás,… el fantasma,… el Bisila.





Volver